lunes, 19 de octubre de 2009

NUEVA ZELANDA

Lunes por la noche, Rotorua; una ciudad con resonancias brasileras, enclavada en medio del camino hacia el sur del país. Estoy en el centro cultural Maori y en una de los lugares con mayor actividad geotermal de toda la región: geysers, aguas calientes, piletas de barro, terrazas de azufre. Este sitio era famoso en el siglo 19 para curas termales hasta que la explosión del Mt. Tarawera en 1886 destruyó las famosas terrazas naturales que funcionaban como verdaderos spas para los miles de visitantes de todo el mundo.
La naturaleza continuó su camino, la villa se recobró y hoy se pude seguir disfrutando de las piletas termales. Estuve en uno de los spa, flotando al aire libre pero en agua caliente (35º y algunas bastante más).
Hice todo lo que pude en estos dos días: estar en una villa Maori -bien for export, por supuesto, pero valió la pena e incluyó una cena con música, danzas y cosas para aprender y seguir aprendiendo; visité un centro geotermal y me asombré porque luego descubrí que toda la ciudad está llena de pequeños geysers y por lo tanto, al caminar se ven columnitas de humo y se respira el poderoso azufre. El olor es fuerte y al principio da dolor de panza, pero finalmente uno se acostumbra... como todo en la vida.
Visité unas cuevas increibles The Waitomo Caves para poder ver las estalactitas y estalagmitas que con los años y gracias al trabajo del agua se han transformado en esculturas naturales; pero más que nada para poder descubrir lo que se conoce como las Glowworm Caves. Allí viven las Arachnocampa luminosa, que son minúsculas larvas que brillan como lucecitas de navidad en medio de la oscuridad. El recorrido se hace en un bote por un río sumergido en la profundidad de la cueva; son apenas cinco minutos, pero el silencio y la presencia luminosa de estos bichitos es maravillosa.
Visité la reserva de fauna y flora, donde con cuidado especial se encuentra el Kiwi, que no es una fruta, sino un increible pájaro -solitario y extraño como el que conté vi en Australia- y que como su familiar aussie también está en extinción. Se lo visita en pequeños grupos, con poca luz porque viven en semioscuridad. Apenas se lo distingue en medio de su habitat y en la penumbra, pero ahí vive, protegido por el hombre, otra de las especies raras de este mundo (no el hombre, sino el pájaro, por favor).
Y finalmente estuve en una granja, viendo pelar (así no se dice, ¿esquilar?) ovejas, y etc. Me tocó darle mamunia a una ternerita, qué placer...
Bueno, mañana sigo hacia el sur, en este tour por momentos "bien tour" , pero que vale la pena para poder conocer todo. Sola me hubiera sentido muy sola, valga la redundancia como diría Sabina.
Ah, anoche regresando de la cena Maori, cada país arriba del bus (por suerte lleno de gente joven) pasó al frente a cantar algo. Todos entonaron sus himonos y yo, Argentina alone, me despaché con las cuatro lineas que por suerte me acordé de Mi Buenos Aires querido, cuando yo te vuelva a ver...