miércoles, 28 de octubre de 2009

volviendo...


Ya en el aeropuerto de Auckland, en mi vuelo demorado de Aerolineas. Subo dos fotos; una me la saqué este mediodía en el Harbour de la ciudad, brindando por mi propia despedida; la segunda la saqué en el tren volviendo del sur y es la pantalla de mi computadora.

Quedaron muchísimas fotos y sobre todo muchísimas impresiones. Muchas veces no tuve el tiempo otras, el medio para mantener mi blog.


Pero esto fue lo que salió, sin pretensiones de nada.

Sólo por el placer de compartir, y de transmitir que no importa dónde ni cuándo, siempre se puede y siempre vale la pena.

La vida, como dice Serrat, nos invita a bailar. Y esa es la cuestión. No importa a veces para qué, ni cómo.

Dejarse llevar, abrir los brazos y abrazar la vida que generosa y también misteriosa y compleja nos toma de la mano para conducirnos con gratitud.

en Auckland

Ultimo dia y Auckland me despide con solazo. Almorce al borde los barcos mientras mis pensamientos volaban en direccion al regreso. Mis pensamientos corren a mayor velocidad y cuando por fin llegue a my home, ellos me estaran esperando, como siempre porque son parte de mi. Ya regreso

lunes, 26 de octubre de 2009

aquí lejos

Llueve en Christchurch, a mares.
Escucho como golpea la lluvia contra la ventana de mi cuarto.
Es el único sonido, el de la lluvia y el murmullo de mi máquina resoplando cada tanto cuando recarga energías.
Es de noche, tarde para mí, aún muy temprano allá bien lejos.
Y en este silencio pienso en todo lo que develan las fotos, aquellas que capturan un instante, que atrapan una mirada, un gesto, unos ojos y la tristeza y la confusión que son como un grito desesperado para el que sabe de qué se trata. Esta noche, en la distancia, he visto algunas fotos.

algunas fotos de ayer

Y esto sí se parece a nuestra Patagonia. Falta que se vea el Llao Llao.

Queenstown, el muelle




Esta es una de las fotos de ayer. Si observan las personas, se dan cuenta del tamaño del glaciar. La caminata era hasta 60 mts. de distancia. Había unas caminatas sobre el hielo, pero no tuve tiempo de hacerlas. Y yo, ya llegadita. No tanto frio como parece.

domingo, 25 de octubre de 2009

A los pies de un glaciar

El camino, que empezo temprano hoy partiendo de Queenstown, me trajo hasta el Franz Josef Glacier que se derrama azul y milenario hasta desaparecer en el bosque humedo del Westland National Park.

Fue otro dia de contemplacion y de asombro. No puedo subir las fotos porque no estoy en mi compu, sino en una del hotel. Conectarme por las mias me sale carisimo. 

El camino se va acortando y pronto vuelvo a casa...



sábado, 24 de octubre de 2009

mañana en Queenstown

Sábado por la mañana en Queenstown. Estoy en un café que se llama "Patagonia", atendido por un brasilero de Porto Alegre -Eduardo-, donde tienen Wi-Fi y no sé por dónde empezar.

Estoy tomando un hot chocolate, aunque no hace demasiado frío afuera. Por momentos miro por la ventana y me encuentro con las montañas nevadas y pienso que estoy en nuestro sur. Hasta huele como allá. Pero esto es diferente. No quiero comparar, pero todo es más imponente, más grandioso y el cuidado con el que los kiwis (así se autollaman los neozelandeses) protegen su entorno es maravilloso.
Subo algunas fotos, aunque tengo miles. En la que está mi caripela, estoy almorzando en una villa alpina. La foto me la sacó un japonés (a montones, por todos lados, turisqueando). Las otras dos son desde un crucerito que recorre los fiordos desde un lugar que se llama Milford Sounds hasta la desembocadura del Pacífico. El día no pudo ser más espectacular, ninguna nube, realmente ninguna y strong sol.
Tanto era que me subí a un avion, un planeador, y sobrevolé los glaciares. Mis fotos no son buenas, por suerte tengo un CD. pero subo alguna para que vean. Valió la pena, fue increible, incluida la foto que me autosaqué aunque sea horrorosa.

miércoles, 21 de octubre de 2009

FELIZ CUMPLE VALE!!!!, y algunos escritos en este largo día....

El camino desde Wellington hacia la isla del sur es en Ferry. Mi destino final este día: Cristchurch, adonde llegaré a última hora de la tarde.
En este momento son casi las ocho. Sol y frío en esta parte de Nueva Zelanda, y una hermosa bahía con sus barcos todavía dormidos al resguardo de las laderas y de las ventanas iluminadas de mañana.
Dentro del Ferry, el olor a café matiza la espera. Arriba, el sun deck, es casi una broma, pero allí estoy, atajándome en el sombrero para no volarme.
Escribo para compartir y lo hago en mi lengua aunque sea otra la que me rodea y otras las palabras que escucho hace algunos meses. Poco a poco, me reencuentro con mis sentimientos. Como cada noche, al liberar espacio en mi cámara de fotos, voy abriendo otra parte de mi corazón para dar lugar a bienvenidas experiencias, las que se adentrarán por mis ojos o quizás llegarán a través de los sonidos para recordarme otros días como el de hoy, vivido con gratitud; como se vive con intensidad plena -cuando se lo disfruta- el presente.


La llegada intermedia, con el ferry, es en Picton y la sorpresa de encontrar una pequeña ciudad increíblemente soleada, con sus palmeras y mar azul. Estoy aquí por una hora antes de tomar el tren Tranzcoastal que me llevará a Cristchurch. A medida que voy ganando sur, el paisaje se vuelve más grandioso, se acercan las montañas y alcanzo a ver las cimas nevadas; pero a mi alrededor todo es verde y como el día es de pleno sol, puedo deleitarme con los colores que imaginé ayer.


Ya estoy en el tren. Las vistas comienzan a ser espectaculares y van apilándose dentro de mi corazón. Dejo de escribir para poder contemplar. Y esta foto que me saqué en viaje, y mi imagen que apareció reflejada en la ventana sobre el verde de NZ.

Hoy como tantas otras veces, me vuelvo a preguntar qué estoy haciendo aquí, pero no es una pregunta que nace de la extrañeza o de la incomodidad; es más bien la búsqueda que se inició al comienzo de este viaje.
Me encuentro con mucha gente en el camino, básicamente backpackers que van en parejas o en grupos transmitiendo toda su energía, o me cruzo con gente mucho más grande, o por lo menos así me parecen a mí que sin el espejo delante me convenzo de que estoy más en el primer bando. Y de los más grandes rescato las ganas y la fuerza con que caminan curiosos, con sus zapatillas old fashion, también cargando sus mochilas en las que se animan a agregar más experiencias (y en eso, me parezco más a ellos, mechachis!).

A un costado del tren las montañas nevadas despuntando sobre las planicies verdes, por el otro lado, el Pacífico de color azul intenso reclamando su espacio sobre la costa. Y aquí, dentro del vagón, un túnel nos devuelve en las ventanas el reflejo de nuestras caras sorprendidas por la repentina oscuridad.